Cuando en marzo de 2020, en pleno fragor de la lucha sin tregua contra la covid escribía en este blog un artículo que titulé: CORONAVIRUSY CIVISMO “…Este virus nos va a hacer que todos nos replanteemos nuestra vida. Lo verdaderamente importante va a aflorar en los adultos y en los jóvenes. Ya lo está haciendo. Nos quedamos en casa por nosotros y por los demás, ciudadanos asiáticos nos regalan mascarillas y equipos de reanimación, la gente se ofrece a ayudar. Ya lejos de los que acapararon material quizá para obtener beneficio. El civismo se va a incrementar. Ninguno de nosotros ya va a consentir ni admitir los actos incívicos e insolidarios. Esta crisis nos va a hacer mejores…”
Me queda el consuelo de no ser el único que planteó esta
tesis del avance solidario. Muchos ya han reconocido su error.
Evidentemente yo tampoco acerté. A nivel nacional había
gente lucrándose vergonzosamente con las importaciones de mascarillas que tanto
necesitábamos como estamos viendo en las noticias estos días, y a nivel local
tampoco esta crisis nos dejó mejores hechos. Como mucho, mejores propósitos.
Y es que lo que escribía venía motivado por un comunicado de
nuestro Ayuntamiento en el que se daba cuenta de los actos vandálicos que por aquellas fechas se habían
cometido contra bienes públicos. Claro, yo pensaba que debían ser fruto de
adolescentes que no digerían el sentido del bien público – algo que es de todos
y de ellos también- o que protestaban por algo que alimentaba su natural
rebeldía aunque no se supiera bien qué. En todo caso fruto quizá de una vida
bastante protegida y con las necesidades básicas cubiertas.
Así que, iluso de mí creí en el milagro del desastre
colectivo que supuso la pandemia y pensé que haría replantearnos la escala de
valores y primar el de la solidaridad, que tiene mucho que ver con evitar esos
atentados sin sentido a los bienes públicos de los que por otro lado, nos gusta
mencionar ante los forasteros y presumir de nuestro pueblo.
Nada más lejos de la realidad. Hace muy poco unos lavabos
públicos han sido destrozados, y antes, unos contenedores de residuos. La
historia se repite, desgraciadamente.
Vaya por delante que la adolescencia y juventud que puede
ser sinónimo de rebeldía no lo es en absoluto de irresponsabilidad. Por eso es
muy conveniente la identificación y asunción de responsabilidades para los
autores. Pero también merece la pena plantearnos soluciones dentro de nuestra
comunidad que no aludan exclusivamente a la sanción o reprobación.
De todos es sabido que los proyectos que se abordan y
gestionan por nosotros mismos son considerados como algo propio a proteger y
¿por qué no pensar que los proyectos que interesan a nuestros adolescentes y
jóvenes podrían ser gestionados también por ellos mismos? Merece la pena dar un
voto de confianza a los que en un futuro cercano nos van a reemplazar en
nuestras tareas de adultos y que ya pueden empezar a experimentar lo que
realmente supone ser el responsable del bien a cuidar, a mantener. Seguramente
el joven que colabora en el negocio familiar de forma activa se sentirá más
responsable que el que lo tenga que hacer como una mera obligación. Esto
conlleva opinar, planificar, dirigir, tomar decisiones, comprobar los
resultados, rectificar cuando es necesario, administrar los recursos que se
ponen en sus manos. Si al interés del tema a proyectar se añade el interés de
la gestión es posible que avancemos en la responsabilidad.
No me resigno a equivocarme una y otra vez, si bien admito
la posibilidad de seguir haciéndolo.
Imagen “practicamos el juego limpio” 2012
Creo que la educación está fallando. Se retiró de los colegios la Educación para la Ciudadania, Filosofía, ausente y sobreproteccion para hijos e hijas..... Que esperamos entonces....
ResponderEliminarCoincido con esta opinión si bien creo que los centros educativos sí se implican generalmente en la educación en valores. Es necesario pensar en soluciones por esto mismo que comentamos.
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