viernes, 27 de noviembre de 2020

NAVIDAD CON CORONA



Si algo hemos aprendido en nuestro pueblo es que la relajación en las medidas de seguridad en esta pandemia que nos atormenta puede resultar fatal.

Si a principios de Octubre nos felicitábamos de la recuperación de infecciones que nos había sobresaltado en Agosto, Nuestro gozo cayó rápidamente al pozo del desánimo cuando nuestro Centro de Salud y Ayuntamiento nos informó de un brote con dos casos apenas nueve días después. Desde aquí todo se precipitó: varios brotes con un incremento incesante y con picos arriba y abajo de casos hizo ascender a cuarenta las personas afectadas.

Claro que la situación favorable de la que Minglanilla gozaba hasta entonces seguramente nos animó a considerarnos a salvo de lo que muchas localidades cercanas y del resto de nuestra comunidad y del Estado ya padecían en lo que sería la segunda terrible ola de coronavirus. Es evidente que bajamos la guardia, que nos consideramos inmunes aun sin inmunizarnos. Nos equivocamos.

También tenemos claro por nuestra experiencia que el contacto social y familiar sin suficiente precaución fueron focos determinantes. Las celebraciones propician contactos con el virus de manera más fácil. El corona se encuentra cómodo con nuestra pasión que supone el contacto con amigos y familiares y nosotros se lo podemos llegar a ofrecer en bandeja.

El caso es que las consecuencias son, en muchos casos muy importantes para nuestra integridad y la de los nuestros. Lo vemos a diario, no caben dudas, están ahí, en los hospitales y en sus UCI.

¿Merece la pena esperar para llegar? No sirve de nada disfrutar para dolernos luego desgarradamente con  la gravedad que suele acompañar a esta Covid 19 o incluso para no llegar, con la pérdida de alguien, y todos ellos tienen nombres y apellidos.

Ahora se ha abierto un debate, en mi opinión poco útil, con las medidas a adoptar para estas próximas Navidades. Cuántos familiares y no familiares se pueden reunir, si nos podremos desplazar o no, si los niños contarán o no contarán… Algunos incluso llegan al rizo del rizo si considerar a los niños medias personas o personas completas en el cómputo.

Este debate no cuenta o cuenta poco con la opinión de los expertos o intenta llevarse al científico a su campo. Nuestros dirigentes se debaten entre la necesidad de preservar la salud y la “felicidad” de la población. Muchas veces esa felicidad lo es en la medida de los intereses económicos, que con ser esenciales e importantes para la sociedad no conviene confundir.

Con todo entiendo que el debate se produzca en una sociedad democrática y de consumo como es la nuestra y se hace difícil creer en todo caso que las normas, cualesquiera que fuesen, lleguen a ser lo eficientes que se pretende si la actitud de la población no ayuda lo suficiente.

El descenso paulatino desde Octubre a Noviembre de casos en Minglanilla, hasta llegar al control casi absoluto de los brotes ha tenido que ver una vez más con la vuelta a la actitud responsable de la gente que la habitamos y que en alguna medida se había abandonado. No bastaron las medidas de las autoridades, se necesitó algo más.

No hay Navidad sin corona, la corona de la Natividad, de la tradición. Este año sabemos que habrá otra corona que nos hará celebrar diferente, que nos pondrá a prueba. El sacrificio de renunciar a nutridas celebraciones de familiares, amigos y compañeros no tiene otra misión que asegurar otras muchas celebraciones, esta vez sí, más nutridas, jubilosas e incluso bullangueras. Merece la pena esperar para llegar. Y esto,  ya digo, depende de nosotros.

Nuestro enemigo es el coronavirus, no las autoridades que debaten penosamente qué normas implementar sin enfadarnos demasiado. Todos sabemos que no hay barreras. Que no importa cuál sea la fiesta que celebremos ni si el lugar es una gran urbe o una pequeña localidad como la nuestra. Ni siquiera las normas que finalmente se implementen o impongan. Que la única barrera que pueda llegar a ser eficaz somos nosotros mismos. Lo sabemos.

Feliz y segura Navidad

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