lunes, 25 de enero de 2021

HEMOS USADO MAL EL QUESO ESTA NAVIDAD


En este momento estamos inmersos en una espeluznante tercera ola de infección en España y en Europa y estamos pagando dramáticamente las consecuencias de la pasada Navidad. También aquí, en nuestro pueblo, nos llegó.

No es, desde luego, que nos haya pillado desprevenidos. Ya todos lo sabíamos a pesar de que nuestras intenciones hayan sido siempre o casi siempre buenas. Lo hemos tomado como algo inevitable y quizá pensáramos que asumible. Sólo cuando el incremento tan espectacular de casos ha golpeado a nuestros hospitales y centros de salud dejándolos casi cao con los profesionales sanitarios al borde del colapso hemos empezado a dolernos. Sí, porque estamos empezando a conocer casos cercanos en los que lejos de resultar asintomáticos o con síntomas leves como la inmensa mayoría, han sido moderados, graves, muy graves y desgraciadamente en algún caso hayamos perdido a un ser querido.

Todos en la pre Navidad lo sabíamos y llenamos nuestros muros de Facebook y twitter de mensajes de advertencia sobre las medidas, duras medidas que debíamos adoptar en las fiestas y que en ningún caso pasaban por festejar nada, puesto que nada había que festejar. Este blog también se unió ala campaña de buenos propósitos y apostó por el “cero”. Cero contagios que era la marca de partida y que debíamos ser capaces de mantener. Estaba convencido que aunque hubiera medidas legales que cumplir, lo útil estaba en nosotros mismos, en nuestra actitud personal.

Esas mismas redes sociales recogieron después nuestras felices cenas, comidas y roscones con hermanos, hijos, padres, abuelos y nietos. Seguramente lo que permitían las restricciones impuestas.

El queso

En este sentido Raúl Ortiz de Lejarazu Leonardo, Consejero Científico del Centro Nacional de Gripe de Valladolid. Profesor de Microbiología en la Universidad de Valladolid escribía por esas fechas en la prestigiosa revista The Conversation en el artículo : Covid-19: estas navidades, laestrategia del queso suizo :  Tras un año de pandemia, los ciudadanos conocemos de sobra qué hacer y no hacer para evitar el virus. A esas medidas que dependen de nosotros, la estrategia del queso las denomina “responsabilidades personales”. Entre ellas están el uso de mascarilla, la reducción del tiempo de estancia en lugares excesivamente concurridos o la distancia física de seguridad entre nosotros. Todos ellos son buenos ejemplos de dichas responsabilidades.

Pero por sí solas no bastan para disminuir los contagios. Es necesario, además, combinarlas con otras que se denominan “responsabilidades compartidas”. Aquí entran las restricciones de movimientos, los toques de queda, los test en la población y las restricciones de espacios públicos…”

Pero ¿qué es esa “estrategia del queso suizo” que menciona?. Pues él mismo nos dice que se basa en una teoría que ha popularizado el virólogo australiano Ian M. Mackay y que consiste en lo siguiente: “La única forma de contención posible de futuras ondas pandémicas sería aplicar diferentes medidas, admitiendo que ninguna es perfecta. Entonces, sucedería lo mismo que al juntar varias lonchas de queso suizo emental (el de las burbujas interiores): Estas medidas, al igual que el queso, tendrían “ciertos agujeros” por los que podría pasar el virus. Pero al aplicar varias al mismo tiempo, sería más difícil que estos agujeros coincidieran y el virus se mantendría a raya evitando los contagios.”

Admitía que es “una medida sencilla de decir e incómoda de cumplir.”


Todos estábamos de acuerdo en el sacrificio y mirábamos con malos ojos a los que pensaran irse de juerga, pero claro, miramos sobre todo a lo que el autor denomina “responsabilidades compartidas”, las que dictaron las normas,  es decir, no juntarnos más de dos núcleos familiares, airear la habitación, no más de diez personas, lavarnos las manos y otras medidas higiénicas, procurar no situarnos a menos de un metro y medio entre comensales, etcétera.

De esta forma nos podíamos inhibir en las “responsabilidades personales”. Si los expertos nos dicen esto y nosotros intentamos cumplirlo o al menos aproximarnos al cumplimiento, no se nos puede pedir más.

Precisamente esta actitud responsable haya evitado aún más desastre, pero el desastre está aquí de todas formas. Esto es incuestionable.

Las fiestas de Navidad evidentemente no han contado con las suficientes lonchas del queso de agujeros que hubieran permitido taparlos suficientemente. Por el contrario, varios agujeros de esas lonchas han coincidido dejando pasar los virus. Nadie podrá negar que la de la mascarilla cuando se está cenando o comiendo es imposible, por citar un ejemplo. Puede ser que la loncha de la distancia social que supone no haber celebrado la Navidad este año para celebrarla en los que vienen tranquilamente hubiera sido suficiente. Esta hubiera sido una dolorosa responsabilidad personal pero eficaz.

En todo caso convendrá aprender de los errores pues puede ser que todavía haya más fuegos que tengamos que apagar antes de que las vacunas logren su efecto.

El artículo de referencia terminaba con esta frase: “En definitiva, no tenemos que invitar a nuestros hogares en esta Navidad a la covid-19.

Pues eso, no volvamos a invitarla.

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