Quizá hayamos sido demasiado confiados con el calor del
verano y con la nueva normalidad, a pesar que lo de “nueva” sea ya sospechoso
por sí mismo. El caso es que el coronavirus está arreciando este mes de julio
en toda España y la sola buena voluntad de la ciudadanía no está siendo
suficiente para controlar el posible desastre de la vuelta a empezar. Digamos alto
y claro que falta solidaridad. Que el “yo primero” nos está dañando.
Que la edad media de los contagiados ahora haya descendido
nos da una pista de los que mayoritariamente se relajan demasiado en esta
etapa. Podrían tener la sensación de rebeldía sin graves consecuencias para
ellos, aunque sería una falsa sensación. Este virus es una ruleta rusa y el que
quiere experimentar la adrenalina del riesgo no puede olvidar que en ocasiones lleva
a desenlace fatal.
La menor consecuencia de un disparo certero e inesperado
podría suponer días y días de cuarentena echando a perder parte del verano. La
mayor podría suponer lesiones pulmonares importantes y secuelas. Entre una y
otra podría haber vidas familiares arruinadas, empleos perdidos, mayor
precariedad económica, pérdida de amistades.
Está justificado que este peligroso juego esté fuera de la
Ley. Dejemos todos la fiesta en paz por el momento y el año que viene dios dirá…
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